San Antonio de los Portugueses
De entre las muchas visitas a
iglesias que el duque, movido no sólo por su interés artístico, sino
especialmente por su natural piadoso, tiene ocasión de visitar durante el mes
largo de su estancia en Madrid, destaco como especialmente curiosa la de la
iglesia de San Antonio de los Portugueses. Así la describe la crónica de
Magalotti: “Iglesia no muy grande, pero bonita por la arquitectura extraña, de
planta ovalada, lo mismo que la cúpula, toda pintada al fresco. Esta iglesia
tiene la desgracia de ser frecuentada los días de fiesta, a hora tardía, por
todas las mozas de partido que hay en Madrid. Se encuentra allí, por tanto, a
aquella hora grandísimo concurso de libertad.” Llama la atención que el
instruido florentino considerase extraña la planta ovalada para una iglesia. Cierto
que en Florencia no habría podido ver ninguna, pero de tan infatigable viajero
bien podría esperarse que conociese las novedades de la arquitectura romana,
especialmente San Andrea al Quirinale, de Bernini, en la que pudo inspirarse el
diseño de la iglesia madrileña, por no hablar de las mucho más atrevidas
plantas de Borromini.
Esta iglesia, por otro lado,
estaba a punto de cambiar su nombre debido a que ese mismo año finalizó la
Guerra de Restauración de Portugal, por la que este país recobró su independencia.
La comunidad portuguesa en Madrid, que hasta entonces había tenido aquí su
parroquia, prácticamente desapareció, por lo que la reina Mariana cedió su uso
a sus compatriotas, los alemanes afincados en la capital. Aunque se mantuvo la
titularidad del santo portugués, San Antonio de Padua, la iglesia se conoce
hasta hoy como San Antonio de los Alemanes.
En cuanto a la peculiar
concurrencia que, según la crónica de Magalotti, frecuentaba los alrededores de
esta iglesia los días de fiesta, cabe decir que asombra lo poco que han
cambiado las costumbres madrileñas desde hace más de tres siglos.
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