Regalos reales



Cuando finalmente la comitiva ducal abandona Madrid, lleva consigo los regalos de despedida con que el rey y su madre han obsequiado al heredero de Toscana. Entre ellos, el que más impresiona a los italianos no nos parecería hoy precisamente regio: una caja de pastillas de chocolate. Junto a ellas, guantes de ámbar, es decir perfumados, uno de los productos españoles más apreciados en Europa, y cordobanes, igualmente perfumados y tratados con ámbar. No hay que olvidar que el chocolate distaba aún mucho de ser conocido por todos. Es muy probable que el duque y sus cortesanos no lo hubiesen probado nunca, así que podemos imaginar lo encantados que debieron quedar. Sin duda, fueron los envíos de pastillas de chocolate desde Madrid a las reinas españolas de Francia, Ana y María Teresa de Austria, los que lo convirtieron en la bebida de moda en Versalles, de donde se extendió a todas partes. Veamos la descripción que hace Magalotti: “El regalo del rey consistió en dos grandes cajas cubiertas por fuera de vaqueta roja, adornada con riquísimos clavos de plata, y por dentro forradas de raso encarnado. Una estaba llena de chocolate, seis arrobas en pastillas hechas aquí, y otras tantas en panes redondos hechos en las Indias. En la otra habían puesto, dentro de varios compartimentos, todo el servicio de plata para el uso de ese chocolate, con el mayor regalo. El de la reina eran otras cajas algo menores, cubiertas de ámbar, guarnecidas con galones de oro, con todos los clavos, cerraduras, chapas y manillas de oro esmaltado. En una había cincuenta cordobanes de ámbar, y en el medio una cajita ochavada cubierta con los cordobanes mencionados y guarnecida también de oro esmaltado, llena de pastillas de boca. En la otra había cien pares de guantes de ámbar y una cajita, semejante a la primera, llena de pastillas de fuego. Cada una de estas cajas estaba metida en su otra de madera, forrada por dentro de frisa y por fuera de hule.”


Entiendo que las “pastillas de boca” debían servir para perfumar el aliento y que las "pastillas de fuego" eran perfumes para quemar en un pebetero.



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