El Teatro
Antes de abandonar el Palacio del Buen Retiro, el duque y
sus cortesanos visitan el teatro, en el que tantas obras maestras de Lope,
Tirso o Calderón habían visto su estreno en época de Felipe IV, tan entusiasta
de la escena como de la pintura y, sin duda, con cierta debilidad por las
actrices. Allí los visitantes italianos encuentran
de nuevo ocasión de admirar y dedicar palabras de elogio a la obra de un
compatriota, el florentino Baccio del Bianco, autor de unas escenografías tan fastuosas
como elegantes, a la medida de un público siempre ávido de belleza y espectacularidad.
No hay ocasión de que asistan a una representación en este teatro de corte,
menos favorecido ahora por la reina viuda, siempre envuelta en sus tocas de
monja, pero sí lo hacen en el Corral de la calle del Príncipe, donde hoy se
levanta el Teatro Español. Allí presencian lo que, según la crónica, es una “representación
de Santa Teresa, ennoblecida con diferentes vuelos y máquinas” y son testigos
de la enorme popularidad que el arte dramático goza entre todas las clases
sociales de Madrid.
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